Apenas se supieron en la isla de Santo Domingo las relaciones del Continente con España, se apresuró el celo apostólico de algunos religiosos a esparcir la semilla evangélica en los nuevos países; pero los excesos de la avaricia sublevaron de tal modo a los naturales que después de sacrificar los misioneros a su venganza, acabaron con un establecimiento que Gonzalo de Ocampo, enviado por la Audiencia de Santo Domingo para conservar el orden, había planteado en el sitio que hoy ocupa Cumaná y que él llamó Toledo. Sepa usted, irrespetuoso joven -replicóme airado-, que por celo plausible nos aventuramos solos en estas pampas. Un joven llamado Helí Mesa, que «actualmente vivía como colono en el caño Caracarate», vino una vez a La Maporita, y mientras desyerbaban el «conuco», camisetas futbol le relató los sucesos como testigo presencial. Los holandeses de Esquivo y Demerari miraban como impenetrable la barrera evangélica, y fue lo primero que procuraron derribar sublevando a los indios contra los misioneros, y haciendo que abandonasen aquella espiritual conquista, hasta que en 1586 vino a continuarla don Antonio de la Hoz Berrio por los trámites ordinarios.
Apenas obtuvo licencia del gobernador Gutiérrez de la Peña para poblar en el valle de Maya, empezó a tratar de esto con los indios y a hacerse sospechoso para ellos; a la sospecha se siguió la enemistad y a la enemistad la resistencia. Los indios arbacos, belicosos por carácter y arrojados por resentimiento, no perdonaron medio alguno para acabar con los españoles, y para conseguirlo después de acometer los unos la retaguardia de Losada, incendiaban los otros la montaña para envolver sin recurso a sus enemigos. Quiso Drake honrar como era debido tanto denuedo y mandó a los suyos que respetasen al campeón de Caracas; pero el anciano Ledesma no quiso aceptar la injuriosa compasión de su enemigo, hasta que viendo los soldados que no se apaciguaba su coraje a menos costa que la de la vida se la quitaron contra la voluntad de su jefe, que hizo llevar en pompa su cadáver para sepultarlo con aquellas señales de respeto que inspira el patriotismo a los mismos enemigos. Tóos enlazamos sin provecho, menos aquel zambito del interió, camisetas de futbol replicas que dejó esnucá el cabayo corriendo en la oscuridá. Ésas son personas que andan perdías.
Le apuesto a que son racionales. Mientras tanto, los otros, que andan por cierto mal montaos, se asomaron a la madrina y dijeron que los «orejanos» que taban cogíos eran los mesmos que se le jueron a don Barrera, y querían quitarlos por la juerza. Que no sabía que estas cosas taban ayá. Al amanecer continuó Losada su marcha hacia el valle de San Francisco; pero, temeroso de nuevos encuentros, se apartó de los cañaverales que había en las orillas del Guayre y, tomando a la derecha por el territorio del cacique Cariquao, salió al valle que riega el río Turmero, que es el mismo en donde se halla hoy el pueblo del Valle, llamado por Losada de la Pascua, por haber permanecido en él desde la Semana Santa que llegó hasta pasada la Resurrección, sin la menor inquietud. Entre los jinetes que nos saludaron no estaba Fidel, pero Correa los llamó por sus nombres, atropellándose en los detalles del repentino chubasco, de la desaparición de las bestias, del encuentro con los indígenas. Correa me aclaró algunos detalles relativos al embrollo de Franco en Arauca. Llévennos ahora mismo -ordenó con acento declamador revolviendo el «mulengue»- al hato infernal donde un tal Cova comete crímenes cotidianos; donde mi amigo, el potentado Barrera, corre serios peligros de vida y hacienda; donde el prófugo Franco abusa de mi criterio tolerante, que sólo le exige conducta correcta y nada más.
Las circunstancias de un país recién conquistado, cuya población se componía de jefes intrépidos y ambiciosos, de soldados feroces y deseosos de sacudir la disciplina que los había hecho dueños del suelo que pisaban, y de naciones bárbaras y sumisas que reclamaban las luces de la religión y los auxilios de la política, eran obstáculos que no podía vencer Osorio con la sola investidura de gobernador; pero su conducta le había granjeado de tal modo la confianza del Ayuntamiento de Caracas, que le propuso sujeto de su satisfacción para solicitar en la Corte las facultades que faltaban a sus filantrópicos deseos. Turmero ha debido también al cultivo del añil y a las plantaciones de tabaco del Rey los aumentos que le hacen figurar entre las principales poblaciones de la gobernación de Caracas: Guacara, San Mateo, Cagua, Güigüe, y otros muchos pueblos, aún en la infancia, deben su existencia al influjo del genio agrícola protector de los valles de Aragua; y las orillas del majestuoso Lago de Valencia, que señorea esta porción del país de Venezuela, se ven animadas por una agricultura que, renovándose todos los años, provee en gran parte a la subsistencia de la capital.
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